Se cuenta que por el siglo XVI en el poblado de Ixtla, en Morelos, enfrentaron la necesidad de construir un puente de piedra para cruzar el río Chalma en dirección al sur, ya que con frecuencia quedaban destruidos los puentes de troncos que usaban para tal tarea y había accidentes frecuentes pues las cargas que trasladaban eran cada vez más pesadas.
Así se reunieron trabajadores y empezaron a construir las zapatas para los pilares principales, usaron piedra de mamposta y arena caliza de la región. Avanzaron durante el día, llegaron a construir incluso parte de los pilares y al llegar la noche todos los trabajadores se dispusieron a regresar a casa con sus seres queridos para tomar un merecido descanso.
Cuál fue su sorpresa al día siguiente, cuando al volver al sitio de construcción la encuentran hecha pedazos, piedras, trozos del pilar regados por doquier como si una mano gigante hubiera simplemente sacudido las migajas de su mesa. El pesar se apoderó de sus ánimos, pero resignados se dispusieron a volver a iniciar el trabajo, nada había quedado de la labor de día anterior, cada piedra fue arrancada de su lugar de reposo y empezaron otra vez como el día anterior, desde el propio lecho del río.
Con pesar y desánimo, además de haber perdido algo de tiempo al darse cuenta de su desgracia en la mañana, avanzaron menos que el día anterior. Y llegada la noche se dispusieron a ir a cenar con los suyos y a dormir que muy merecido lo tenían.
Al día siguiente en medio de la conmoción general, volvieron a encontrar su querido puente hecho pedazos otra vez, el llanto y la lamentación eran generalizados, el desconsuelo embargaba a estos hombres trabajadores y a las esposas de algunos que apoyaban con la preparación de alimentos y otras tareas. El desastre era total, ahora debían ir a los poblados cercanos por más material, les quedaba poca cal para seguir preparando el mortero, la piedra que habían usado estaba regada tanto como a cien varas de distancia río arriba y río abajo, y en parte hecha polvo, decidieron intentar una vez más, pero ahora reunieron a más trabajadores, los que tenían hijos adolescente que fueran fuertes los hicieron venir, mientras los que tuvieran medios para mover material fueron por más a los pueblos vecinos. Estaban convencidos que al no estar terminado el puente, el propio río y el viento lo arrastraba durante la noche, y, si estuviera terminado lo más pronto posible sería más resistente. Y así lo hicieron, en un día con la ayuda de todos los hombres que pudieron reunir lograron terminar los dos pilares, siendo estos muy robustos debería soportar el ímpetu del río y del viento durante la noche.
Así pues volvieron a sus hogares con la eperanza de que al otro día podrían terminar con los pilares y poder hacer las dos trabes.
Pero no, todo fue inútil, al llegar el día siguiente al sitio del trabajo encontraron lo mismo, todo su trabajo regado por el río y los alrededores, una vez más el desconsuelo y la aflicción se apoderaron de sus corazones. Llenos de dolor acudieron al cura del pueblo y le contaron con detalles el problema. Este los escuchó con la paciencia de un padre con su hijo afligido. Cuando hubieron contado toda la historia el padre les dijo que el Diablo seguramente vivía en esa parte del río, que debían construir más arriba o más abajo. a lo que ellos inquirieron que eso era imposible pues tendrían que cambiar la avenida principal del pueblo y eso sería costosísimo. A lo que el cura les contestó que entonces debían "negociar" con el Diablo, que tedrían que invocarlo, explicarle su dilema y rogarle que les permitiera construir el puente.
Decididos a hacer lo imposible por poder tener esa conexión con los poblados del sur, fueron esa misma tarde, invocaron al Diablo y cuando éste se presentó entre truenos horribles y viento, exclamando: —¡¿Cómo se atreven a molestarme, a mi, que soy el Rey del Mal?! Y uno de ellos, el más valiente se adelantó y explicó con energía pero sin desafiarle, pidiendo que los dejara construir su puente precisamente en ese espacio; El Diablo les dijo que ni lo pensaran, que a Él le gustaba ese lugar y que de ninguna manera lo abandonaría, que buscaran otro lugar; ellos le rogaron, explicando que ese era el único lugar donde podrían hacer el puente.
El Diablo se hartó y los dijo que se los permitiría si lograban terminarlo antes de que el gallo cantara en la mañana, confiando en que no habría manera de lograrlo, pues ya se acercaba el anochecer.
Contentos corrieron a buscar a todo el pueblos para trabajar juntos y poder lograrlo, trajeron al gallo más gritón y lo pusieron cerca, encendieron fuegos por todos lados para iluminarse, las carretas iban y venían con materiales, los hombres viejos ayudaban como podían, los niños les daban champurrado y gordas de maíz a los hombres para que aguantaran toda la noche trabajando, que las mujeres se afanaban en comales y ollas de barro preparándolos, los más jóvenes preparaban el mortero, los más fuertes transportaban y colocaban las rocas, la luna benigna los iluminó con fuerza y sin nubes, el clima era agradable pero no parecía ser suficiente, avanzaban, pero no lo suficiente, la luna ya empezaba a decaer hacia el occidente y los pilares aún no estaban terminados.
Se dieron cuenta de que avanzarían más usando menos mortero y rocas más grandes, así lo hicieron, se notó el avance, ahora ya estaban terminados los pilares, empezaron a formar el arco principal, el avance parecía cada vez más lento, pero pronto tomó forma dicho arco y colocaron el ramate.
Se siguieron escuchando los golpes de las herramientas en la roca, las voces de los hombres coordinando sus acciones, las mujeres dando la comida a los niños para que la llevaran a los trabajadores, los hombres viejos ayudando con la alineación, colocando mortero, los hombre jóvenes llevaban y traín material y ayudaban a romper la roca. Todos trabajaban con ahínco y no estaban dispuestos a que el Diablo acabara con su trabajo.
El lejano resplandor de Astro Rey se empezaba a adivinar por el oriente, Venus ya se veía franca cerca del horizonte, y el puente, ya estaba prácticamente terminado, era lo bastante sólido, faltaban los acabados y no se veía del todo bien, pero ya podía por lo menos ser usado con seguridad. Rápido provocaron al gallo golpeando sus fuertes costados y este cantó, haciendo que las lágrimas de muchos brotaran, lágrimas de emoción, pues, aunque aún les quedaba miedo de la ira del Diablo confiaban en que cumpliera su palabra.
Al oír al gallo el Diablo se presentó rápido y su carcajada burlona se vio interrumpida al ver el puente, algo mal-hecho, pero terminado. Éste tronó en maldiciones y amenazas, —Pero mi palabra vale— dijo. Dio un golpe al puente arrancando un trozo de la calzada y se fue.
Todos se abrazaron, gritaron, arrojaron sus sombreros al aire y lloraron de alegría, la prosperidad del pueblo descansaba sobre esos pilares. Con la tranquilidad de que el Diablo no volvería a dañar su puente terminaron de arreglarlo y darle los acabados apropiados, repararon la calzada, le pusieron guarniciones a la calzada y hoy, 4 siglos después, podemos admirar este puente de piedra tan valioso por su tradición y por la comunicación que permitió al pueblo —hoy ciudad—, de Puente de Ixtla, que cambió su nombre de sólo "Ixtla" por este puente.
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